Marie Curie


Nació en Polonia el 7 de noviembre 1867 y murió el 4 de julio de 1934 en Francia.
En 1897 Marie había obtenido dos títulos universitarios y una beca, su próxima meta era el doctorado. Al buscar un proyecto de investigación que le sirviera de tema para su tesis, se interesó vivamente por una reciente publicación del sabio francés Antoine Henri Becquerel, quien había descubierto que las sales de uranio emitían espontáneamente, sin exposición a la luz, ciertos rayos de naturaleza desconocida. Un compuesto de uranio colocado sobre una placa fotográfica de papel negro, dejaba una impresión en la placa a través del papel. Era la primera observación del fenómeno al que Marie Curie bautizó después con el nombre de Radiactividad, pero la naturaleza de la radiación y su origen seguían siendo un misterio.
El descubrimiento de Becquerel fascinaba a los esposos Curie. Se preguntaban de donde proviene la energía que los compuestos de uranio radian constantemente. Se enfrentaban con un absorbente tema de investigación, un salto al reino de lo desconocido.
Gracias a la intervención del director de la escuela de física donde enseñaba Pierre, Marie logro permiso para utilizar un pequeño depósito que había en el sótano de la misma. La investigación científica en aquel cuartucho no era nada fácil, y el ambiente, fatal para los sensitivos instrumentos de precisión, no lo fue menos para la salud de investigadora.
Mientras se hallaba enfrascada en el estudio de los rayos de uranio, Marie descubrió que los compuestos formados por otro elemento, el torio, también emitían espontáneamente rayos como los del uranio. En ambos casos la radiactividad era mucho más fuerte de lo que podía atribuirse a la cantidad de uranio y torio contenida en los productos examinados. La única explicación posible para este fenómeno era que los elementos estudiados debían contener, aunque en pequeña cantidad, una sustancia radiactiva muchísimo más poderosa que el uranio y el torio. En sus experimentos, Marie había examinado todos los elementos químicos. Por tanto, los minerales examinados debían contener una sustancia radiactiva que por fuerza tenía que ser un elemento químico hasta entonces desconocido.

En 1903 la academia de las ciencias de Estolcomo les concedió el premio Nobel de Física compartido con el también investigador Antoine Henry Becquerel.

A la muerte de Pierre, Marie consigue la cátedra de su marido convirtiéndose en la primera mujer a la que se le concedía tan alta posición en Francia.

En 1911 Marie obtiene su segundo premio Nobel, siendo la primera persona que mereciera esta distinción por segunda vez.

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